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La circunferencia de lo espectacular

17 December, 2020

La Provincia del Neuquén fue uno de los lugares privilegiados del Eclipse Total de Sol 2020. En Piedra del Águila se vivió intensamente desde la parcialidad del fenómeno hasta el momento cumbre. Crónica de un espectáculo natural mágico y memorable.

El lunes 14 de diciembre, Piedra del Águila fue un destino privilegiado de uno de los eventos naturales más esperados por la humanidad, el eclipse total de Sol.  A las 11.45 horas, la Luna, ante los ojos del mundo, comenzó a “morder” lentamente al disco de fuego solar.  

Desde ese momento, la seducción creada por los astros fue magnética, la sombra creada por la Luna se fue percibiendo poco a poco entre la multitud. “Parece que tengo puestos anteojos de sol”, decía la gente; “no es como en la tarde, es como azulado”, se escuchaba por ahí.

Mientras tanto, y a medida que avanzaba la sombra lunar, en la zona arbolada del predio preparado y acondicionado para la observación del eclipse, unos niños jugaban con la sombra, proyectando en el suelo la parcialidad del eclipse creando círculos con sus manos.

Momentos antes de la totalidad, la ministra de Turismo, Marisa Focarazzo advirtió que el fenómeno “va a quedar en la memoria de todos aquellos que lo han venido a disfrutar aquí en Piedra del Águila y en todos los destinos neuquinos en donde se podrá apreciar”.

Las predicciones de los expertos sobre la visibilidad del eclipse parecían cumplirse con el transcurrir de los minutos. El cielo estaba despejado, las nubes quedaron en el horizonte y el viento patagónico parecía enfurecerse cada vez que el Sol y la Luna le arrebataban la atención de la multitud. De un soplido, aprovechaba los descuidos para alterar los ánimos haciendo volar los anteojos diseñados para observar el eclipse.

La luz se fue apagando suavemente y mucho más rápido de lo que se acostumbra en un atardecer. La radiación solar disminuyó bruscamente y ocurrió uno de los fenómenos más notables, la disminución de la temperatura. Con la ayuda del viento, un frío helado congeló todas las miradas hacia el cielo.

Comenzó la cuenta regresiva y el último rayo de sol se ocultó a las 13.08 horas. Gritos, aplausos, lágrimas, asombro, todas esas sensaciones inexplicables acudieron al encuentro. Por unos instantes las flores se cerraron y el alumbrado público comenzó con el parpadeo penumbral. Las estrellas se asomaron y se alineó la circunferencia de lo espectacular.

El contorno de luz tras la Luna fue magnético, el mediodía solar fue arrebatado por un momento mágico. Las inmensas llamaradas de fuego solar se podían observar a simple vista. Casi dos minutos de oscuridad en pleno día, momento en que se lució también casi todo el vecindario de planetas del sistema solar.

El viento de Piedra del Águila se calmó inexplicablemente durante la efímera noche. Efímera y eterna en el tiempo. Todo sucedió rápido y pronto, y sólo el universo de la percepción fue capaz de revertir esa inmediatez en una de las noches más largas y memorables de todas.