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Los colores de Neuquén y su gente por el artista Darío Mastrosimone

7 September, 2012

Como casi una paradoja de la vida, Darío vivía con su familia en Capital Federal y su profesión era contador. Circunstancias familiares los llevaron a vivir a San Martín de los Andes y cambiar totalmente de vida. A partir de allí comienza a dedicarse por completo a su gran pasión: la pintura. Discípulo de Georg Miciu- Nicolaevici, tomó la espátula y se ahondó en el impresionismo como forma de expresión. Sus obras se pueden admirar en una de las bodegas neuquinas, en exhibiciones y galerías de San Martín de los Andes y de Buenos Aires. Darío posee un manejo de la luz excepcional, en su arte se reflejan escenas del campo y paisajes típicos de la cordillera neuquina.

Un profesional que trabaja en un estudio contable de la ciudad de Buenos Aires, guarda dentro de si un excepcional artista: “De chiquito siempre prefería dibujar o pintar antes que cualquier otro juego de destreza física, era el clásico gordito que iba al arco. Cuando termino la secundaria le planteo a mis viejos que me gustaría seguir Bellas Artes, y con la mayor preocupación y cariño por mi, me aconsejaron que siguiera una carrera. Un poco por descarte seguí ciencias económicas y como hobbie talleres de pintura. Me recibo… me va bien a los ojos del mundo… buenos trabajos… me caso… familia tipo… luego estudio contable con socio y empleados… pero con una angustia dentro mío, un vacío indecible. La angustia de los domingos por la tarde por que el lunes debía ir al estudio era comparable a la peor pesadilla. Mi cable a tierra era la pintura y comencé a llevar de alguna forma una doble vida, de lunes a viernes a la tarde era el contador de traje, y de viernes a la tarde hasta el domingo la pintura se apoderaba de mi. Como refresco, como bálsamo, como el oasis semanal. Eso no podía durar mucho tiempo, la profesión de contador me traía no menos problemas morales o espirituales, y cuando uno vive mal eso se traslada a la familia, al ánimo, al espíritu…”

Esta sensación de vacío y la necesidad de llenar el alma, sumado a la muerte de dos seres queridos, producen en él y en su familia un gran conflicto…: “En esos momentos de crisis, casi como por designio divino, ocurren dos desgracia familiares, fallece mi suegro y poco tiempo después fallece mi viejo. El Señor muchas veces da algunos golpes como para que uno tome conciencia de cómo vive, y a mi me hizo tomar conciencia de la finitud de la vida, uno no esta aquí para siempre. Y en la vida de ellos vi esos sueños sin cumplir, ese vivir postergando la decisión de la felicidad…”

Justo en estas circunstancias aparece alguien en su vida que se transformaría en un referente fundamental: el reconocido artista Georg Miciu Nicolaevici (que vivía en San Martín de los Andes) de quien Darío escucharía palabras que calarían profundamente en él: “… conozco a Georg Miciu y a la distancia me toma como discípulo, comenzamos a entablar una estrecha amistad y en unas vacaciones en San Martín después de ver mis pinturas, escucho la frase que cambiaria mi vida: ¡vos tenés que quemar las naves!… ¡vos tenés con qué! … sólo hay que tomar la decisión… Para mi fue como que Rembrandt me daba una palmada en la espalda como pintor, mi cabeza daba vueltas en el aire…”

Y así fue, que luego de conversarlo bastante con su familia y ver que podía llegar a vivir de su arte, finalmente toman la decisión y se van a vivir a San Martín de los Andes: “Fueron muchas charlas, noches de proyectos. Paula (su compañera) empezó a llevar mis pinturas a galerías de arte, a ver si era cierto que alguien las compraría, y si ¡fue así!… Igualmente aclara: “Una decisión tan radical no la tomás solo por que al loquito le gusta romper con el sistema e ir a pintar a la montaña, como muchos me han visto, es algo mucho mas profundo… fue como una decisión de fe, por hacer lo correcto, o por lo menos lo que uno piensa que tiene que hacer, una forma de ser auténtico con uno mismo y con Dios en el fondo.”

Y finalmente en enero de 2008 se va a San Martín de los Andes con su familia cerca de su maestro Georg Miciu, a vivir de la pintura. El afirma que: “San Martín se impone solo, debe ser uno de los lugares mas bellos de la Argentina, sus paisajes, su gente, lo marcado de las estaciones es una fuente de inspiración para cualquier artista. San Martín de los Andes es un pedazo del paraíso que Dios se olvidó en la tierra; poco sensible sería si este lugar no me motivara.”

Sin embargo Darío asevera que el entorno donde vive resulta la excusa o el disparador de su arte y aclara que el estado de ánimo determina cómo uno finalmente refleja lo que sus ojos ven: “El mejor lugar del mundo si estás angustiado es una porquería, aunque admito que es mejor estar angustiado frente al Lacar que en Buenos Aires. Cuando me fui de Buenos Aires yo realmente no hacía un cambio serio y profundo, y llegaba aquí con los mismos miedos y angustias, no hubiera podido nunca transmitir la paz o armonía de estos paisajes en una de mis telas. Hay lugares maravillosos que tal vez no podes apreciar por alguna mochila que no soltás, y hay lugares que tal vez no sean grandes cosas pero para vos es el paraíso, porque así lo vivís en tu interior. Tal vez la única inspiración especial la encuentro en mi familia, sin darme mucha cuenta donde estamos… bajo un árbol, sobre un cerro, a orillas del lago, todo es bello si lo que allí vivís es bello.”

Respecto a sus obras él afirma: “Mi obra tiene un carácter netamente impresionista, tomo de ellos el manejo de las luces y las sombras, el captar un instante de hechos cotidianos” Entre la temática de sus obras se observa; a su familia, paisajes naturales de la zona, escenas de pesca y de la vida del campo principalmente; “Me toca el campo por que es lo que me rodea y emociona como espectador de la naturaleza. Intento reflejar lo amable de la vida que el Señor nos regala y lamentablemente muchas veces no sabemos apreciarla. La naturaleza aquí es tan fuerte y tan bella, se impone de una forma, que seria muy necio de mi parte si no trato de recrearla en mis telas.” Él confirma que lo que retrata constituyen excusas para expresar la paz, la belleza, la angustia, la inmensidad, el amor o el odio que uno lleva adentro y no sabe volcar con palabras, y en este sentido asegura que: “Sino los girasoles de Van Gogh nunca podrían haber sido tan famosos.”

El señala que la quietud en la vida de montaña que le brinda San Martín de los Andes, en contraste con la vivacidad dinámica de Buenos Aires, le ha dado nuevas alas para perfeccionarse en lo que es su real vocación: “Es muy grande el cambio en mis telas desde mi mudanza al sur; abstraído por un paisaje totalmente diferente donde mi vida transcurre rodeado de mis afectos familiares con más tiempo para el compartir y el contemplar. Este vuelco radical en mi vida es lo que me ha lanzado tras la búsqueda de nuevas formas y colores hecha de la observación directa y al mismo tiempo de íntima sensibilidad que cambia literalmente mi actitud frente a la vida”.

Darío Mastrosimone: un hombre muy espiritual, un artista fabuloso. Su técnica es impecable, su espátula traslada a sus obras emociones y sentimientos de una forma casi mágica, logrando que los paisajes y escenas de campo tomen una dimensión exquisita y sumamente sensible. Un artista digno de admiración. Un gran orgullo tenerlo por nuestras tierras trabajando con su atril.

Más información:

www.dariomastrosimone.com.ar
www.dariomastrosimone.com